diu el poeta novaiorquès Billy Collins al final del seu llibre Lo malo de la poesía y otros poemas, publicat a Bartleby.
A veure, jo tinc el Navegando a solas por la habitación, de DVD, també bilingüe anglès-espanyol com l'altre, però m'espera a l'Eixample. De manera que mentrestant mato la curiositat navegant per la xarxa i descobrint veritables perles d'un poeta apassionant. Amb sentències absolutament quotidianes, aconsegueix crear poesia de molta qualitat que et deixa, sense més, tocada. i, vinga, a donar-li voltes al perquè de tot! Sabeu? Em fa pensar en el Quim Monzó, el seu llenguatge familiar, les escenes casolanes, i la reflexió personal bruta treient el cap darrere de cada substantiu.
D'algun lloc he pispat això que us adjunto ara. Gaudi-ne, que en vindran més... No l'he trobada en anglès. Espero que sigui, almenys, una bona traducció de l'original.
Tú, lector
Me pregunto cómo te vas a sentir
cuando averigües
que escribí yo esto y no tú,
que fui yo el que se levantó pronto
para sentarse en la cocina
y mencionar con un bolígrafo
las ventanas empapadas de lluvia,
el papel pintado con dibujo de hiedra,
y el pez de colores dando vueltas en la pecera.
Venga, date la vuelta,
muérdete el labio y arranca la hoja,
pero, escucha —era tan sólo una cuestión de tiempo
antes de que uno de nosotros casualmente
percibiera las velas sin encender
y el reloj murmurando en la pared.
Encima, nada ocurrió esa mañana-
una canción en la radio,
el silbido de un coche que pasaba por la carretera-
y yo sólo pensando
en el salero y el pimentero
que estaban colocados juntos en un mantel individual.
Me preguntaba si se habían hecho amigos
después de todos estos años
o si aún eran desconocidos el uno para el otro
como tú y yo
que nos las arreglamos para ser conocidos y desconocidos
al mismo tiempo—
yo en esta mesa con peras en un frutero,
tú apoyándote por ahí en el quicio de una puerta
cerca de unas hortensias azules, leyendo esto.
Me pregunto cómo te vas a sentir
cuando averigües
que escribí yo esto y no tú,
que fui yo el que se levantó pronto
para sentarse en la cocina
y mencionar con un bolígrafo
las ventanas empapadas de lluvia,
el papel pintado con dibujo de hiedra,
y el pez de colores dando vueltas en la pecera.
Venga, date la vuelta,
muérdete el labio y arranca la hoja,
pero, escucha —era tan sólo una cuestión de tiempo
antes de que uno de nosotros casualmente
percibiera las velas sin encender
y el reloj murmurando en la pared.
Encima, nada ocurrió esa mañana-
una canción en la radio,
el silbido de un coche que pasaba por la carretera-
y yo sólo pensando
en el salero y el pimentero
que estaban colocados juntos en un mantel individual.
Me preguntaba si se habían hecho amigos
después de todos estos años
o si aún eran desconocidos el uno para el otro
como tú y yo
que nos las arreglamos para ser conocidos y desconocidos
al mismo tiempo—
yo en esta mesa con peras en un frutero,
tú apoyándote por ahí en el quicio de una puerta
cerca de unas hortensias azules, leyendo esto.
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